Mis tres hermanos mayores son grandes fotógrafos que desde muy pequeños han vivido este mundo profundamente desde la base. Dedicando por entero sus vidas a la fotografía puramente industrial principalmente, aunque sin descuidar lo artístico.
Nuestro padre también fué un gran fotógrafo retratista principalmente.
Desde la más tierna infancia teníamos experiencias relacionadas con este mundo; recuerdo ver a mi padre mover la mano debajo de la ampliadora como un mago para aclarar u oscurecer zonas de la imagen, el olor de los químicos en el laboratorio cuando veíamos nacer la imagen mientras mi padre la volteaba con las pinzas, el misterio de la luz roja o de ver únicamente en el cuarto oscuro el cigarro encendido moviéndose de un lado a otro, como si flotara en el espacio, el olor de las miles de fotos húmedas que pasaban por el cilindro caliente de la esmaltadora.
Recuerdos de las grandes máquinas, focos o ver dibujando a Paco el Fotis, el ayudante de mi padre, retocando esos maravillosos retratos blanco y negro con un lápiz cuya afiladísima punta media dos o tres centímetros.
Sin embargo, como siempre cuenta mi hermano Manolo, mi padre se quedó sin máquinas de fotos, entonces me dio un pincel y dijo; ¡anda y tira!
He ido fotografiando en los últimos años algunas series muy sencillas que se han ido modelando en distintos viajes principalmente y que al igual que con mi pintura son muy diferentes entre ellas aunque te puedan llevar a un lugar parecido.